Maternar: íntimamente doloroso

Como yo, mi mami perdió a la suya demasiado pronto. Mi abuela tenía alrededor de 70 años cuando se fue de repente y, luego, cuando mi abuelo murió a los 100, mi mami dijo que se sentía totalmente desprotegida. Así me siento yo, cuidando de otros mientras ya nadie cuida de mí, desprotegida. Mi primer hijo, Nico, tiene 8 años y hace solo un mes recibí a mi segundo, Lucas. Esta vez, todo el proceso de volverse madre fue muy diferente. En mi primer embarazo tenía 25 años y casi todo me daba miedo. Seguía todo lo que el médico indicaba al pie de la letra. Trabajé durante todo el embarazo, renuncié porque no me sentí capaz de dejar a mi hijo de tres meses y volví a trabajar solo 8 meses después. Nico no lactó y eso me hacía sentir horrible, cada vez que veía a otras mujeres dando el pecho a sus bebés yo veía al mío y lloraba de la frustración y de la culpa. Nico no lactó porque cuando tenía un día de nacido, las enfermeras forzaban su cara contra mi pecho y como él no se prendaba, la conclusión de personal médico fue que mi pezón no servía y yo salí de la clínica convencida de que mi cuerpo tenía un problema. Intenté un poco más en casa mientras mi mami me veía sin saber cómo ayudarme. Ella era todo. Rodeada de amigas, primas y tías, mi mami era todo. Si ella no sabía, yo tampoco podía saber, al menos en ese entonces. Mi mami era la arañita principal de mi red de apoyo porque, aunque existan muchas mujeres alrededor, la verdad es que vivimos todas nuestras vidas aisladas y sobrecargadas de trabajo, preocupadas por los hijos propios y el hogar, consumidas por todo y casi incapaces de criar en colectivo.

Por mucho tiempo me sentí culpable por no haber mantenido más cerca a mis amigas, a mis primas, porque ahora yo sentía que no contaba con ellas y esos significaba que en algún momento ellas tampoco contaron conmigo. Pero ahora soy más consciente de que todas estamos concentradas en lo propio no porque seamos desconsideradas, sino porque somos mujeres en un sistema que nos mantiene separadas al final. Esas son las estructuras, esas son las condiciones inamovibles del patriarcado. Por mucho que las cosas cambien a nivel cultural, en las relaciones o prácticas dentro del hogar, lo que no cambia es la organización social de la que todas y todos formamos parte. Y eso es más evidente para mí ahora que decidí tener a mi segundo hijo porque trabajo desde casa y, al menos por practicidad, este me pareció el mejor momento. Yo decidí. Ese poder de decisión por el que siempre peleamos, yo lo tuve. Y no tuve que dejar de trabajar y volverme dependiente de un hombre. Entonces, si yo decidí ser madre por segunda vez, estar presente y cuidando de mis hijos en casa, seguir trabajando y tener mi propio dinero ¿por qué la maternidad sigue sintiéndose como un gran peso? ¿por qué sigue siendo tan difícil? Porque tengo que hacerlo sola, porque es maravilloso estar ahí cada vez que el bebé llora y cada vez que mi Nico llega a la casa de la escuela o de jugar en el patio. Yo siempre estoy ahí, como yo quería, como estaba mi mami mientras yo crecía. Pero estoy sola y cargo con eso, al mismo tiempo no puedo descansar del bebé, no puedo apoyarme en otras mujeres porque la maternidad en este sistema no es un asunto colectivo, sino que pertenece a lo privado. Y ese “ámbito privado” tiene condiciones distintas para las mujeres. Aún si yo tuviese mucho dinero para pagar por ayuda, esta vendría de otra mujer que tiene que dejar a sus propios hijos para cuidar de los míos. Y si mis condiciones me obligasen a trabajar fuera de casa quizá mi bebé estaría en un centro infantil estatal o a cargo de alguna vecina y, el mayor, en la escuela por la mañana y en las calles por la tarde. Y, de cualquier forma, alguien me juzgaría.

Esa sensación de ser juzgada es más que una sospecha, es real. Se nos juzga porque todas y todos aprendimos a vigilar y castigar a la mujer cuyas acciones -que además se supone son producto de una función muy natural – se salen de la norma del sistema capitalista y patriarcal. En este segundo embarazo ya tuve una relación diferente con el médico, aunque él seguía siendo el mismo, yo fui más consciente del trato que me dio. La medicina es capaz de darle un poder muy grande a una persona, el conocimiento médico la coloca en una jerarquía difícil de cuestionar. Me di cuenta de que el médico no se centraba en mi como paciente, cuando yo subí de peso, tuve una infección o me fui a la piscina, el médico cuestionó mis prácticas de la forma más violenta porque estaba siendo negligente con la gestación. Comprobé que la medicina no se centra en el cuerpo de la mujer gestante, sino en la gestación. Nada reafirma que nuestros cuerpos siguen siendo fábricas carentes de poder y decisión como el control sobre nuestra sexualidad, algo que denunciamos siempre con temas como la penalización del aborto o las esterilizaciones forzadas. Pero que aparece, quizá en formas más sutiles, en el proceso de embarazo e incluso en la crianza, porque el mismo pediatra que me hizo sentir un monstruo por mi pezón y mi falta de leche a las pocas horas de haber dado a luz, también me dijo que si lograba la lactancia esta tenía que ser en periodos de 15 minutos por pecho y después de eso tenía que dejar al bebé y no tenerlo en brazos para que no se malacostumbrase. Estas ideas que parecen producto de la mera tradición, en realidad son la norma también porque responden a las necesidades del sistema: la mamá libre para trabajar, la mamá que disciplina por encima de todo. El cuidado basado en la ternura, entregado en tiempo y alma, el cuidado que responde de inmediato a cada llanto que expresa una necesidad, el cuidado colectivo, es un cuidado antisistema.

Aislar es la estrategia, romper con la comunidad fue el principio del capitalismo como sistema y el gran logro del colonialismo también. Aislar y destruir el conocimiento colectivo de las mujeres en todo lo relacionado con la sexualidad, reemplazándolo por la idea de que todo ocurre de forma natural e íntima o que la última palabra la tiene el sistema médico, aunque este, tanto como las leyes y tu vecina que te dice qué hacer, están siguiendo principios que son funcionales al sistema y disciplinándote de forma constante. Alienar a las trabajadoras y trabajadores del producto de su trabajo, alienar a las/los consumidores de la cadena de producción, alienar a las madres de su propia y autónoma maternidad. Creo que es necesario recuperar los saberes tradicionales tanto como los hallazgos médicos, pero siempre con la posibilidad de cuestionar de dónde vienen y qué producen porque el conocimiento que se transmite siempre tiene una función. Armar redes para resistir y seguir denunciando lo estructural y las distintas condiciones en que ocurren las cosas para las mujeres porque el poder de decisión es importante pero no suficiente.