El libro Perras de Reserva, de la escritora y activista Dahlia de la Cerda, es una colección de trece cuentos entrelazados que retratan una serie de experiencias de mujeres atravesadas por la violencia. El libro fue incluido en la longlist del International Booker Prize, siendo traducido al inglés como Reservoir Bitches. ¿Cómo mantuvo su esencia la obra una vez traducida al inglés? Es un misterio, porque uno de los aspectos que han consolidado al libro como una propuesta disruptiva y original ha sido el uso de un lenguaje barrial en las narraciones en primera persona, recurso que aporta autenticidad a las voces y potencia la fuerza de los relatos.
Al leer el primer relato del libro que cuenta la experiencia de un aborto realizado en soledad, pensaba que la narrativa de Dahlia podría ser fácilmente cancelable. Dice mucho de lo que “no se debería decir”:
“Soy esa clase de chica que suele usarse como argumento contra el aborto. La que sale y se acuesta con el primero que le habla bonito. Esa que mejor debería tomar anticonceptivos o ligarse las trompas o cerrar las piernas.” – PEREJIL Y COCA-COLA
Pero cuenta una verdad, así también se vive el aborto. Y, desde ahí, construye personajes que no tienen que justificar por qué son víctimas que merecen empatía o justicia. Desde ahí, representa una contra narrativa ante el discurso hegemónico que limpia las creencias y prácticas de las mujeres para convencer al público de que no se merecían lo que les pasó. Cuando una mujer muere, incluso si la prensa se anima a decir que fue un femicidio, hablará también de que era una buena madre, estudiada y dedicada a su hogar. En contraste, conocer a las protagonistas de los cuentos de Dahlia nos obliga a revisar nuestra brújula moral porque ante todos sus errores y aciertos, de todas maneras, las reconocemos como víctimas y, en algunos casos, también victimarias.
“Igual que en cualquier organización militar ahí había comandantes, subcomandantes y soldados. Me informaron que me iban a entrenar como soldado, soldado al servicio de la maña, obviamente. La adrenalina me recorrió la piel bien chingón, no sé por qué.” – LA CHINA
Yuliana, Regina, La China, y demás protagonistas, son mujeres viviendo bajo condiciones estructurales que provocan que sus experiencias se tornen violentas. A veces se ven padeciendo de esa brutalidad, otras veces participando directamente de ella. Dahlia cuenta la violencia como es: cruda. Incluso las protagonistas que viven situaciones de horror, que son asesinadas, abusadas y desaparecidas, narran su propia muerte de una forma brutal, no mágica ni en búsqueda de un significado espiritual. La narrativa de Dahlia nos lleva a cuestionar incluso la moral construida alrededor de la violencia cuando nos plantea un acto de venganza.
“Tampoco es como que yo estuviera en posibilidad de decidir. Pero cuando vi que mi apá y mi novio no servían para nada y que yo misma tenía que cobrar venganza, me encantó la idea.” – YULIANA
En la discusión grupal sobre el libro, la venganza fue el detonador de un cuestionamiento profundo sobre la forma “correcta” en que ciertas cosas deben vivirse en el sistema actual. La búsqueda de justicia parece ser posible solo dentro del marco legal del sistema en el que el único habilitado para tomar represalias es el Estado. Por otro lado, el duelo – tan doloroso – también debe ser vivido de una manera en que la Psicología considere sana y funcional. Cuando una de las protagonistas atraviesa el duelo de su amiga desaparecida, es diagnosticada con depresión y medicada porque le escribía en las redes y guardaba sus cenizas bajo la cama.
“Mientras escribo esto te stalkeo en Face, lloro y tomo pulque. He escrito muchas cuartillas y las mandaré a un concurso. Te acuerdas de ese meme, el de, Ser culisuelta me cambió la vida, pues lo he editado y ahora dice, Ser la Huesera me salvó la vida. Es una ironía bien cabrona, si lo piensas fríamente, pero al final de cuentas, me salvaste como siempre. Para mí todos tus huesos están juntos, aunque tus cenizas, o parte de ellas, porque la usurera de tu madre no me las quiso dar todas, estén bajo mi cama” – LA HUESERA
Cada experiencia es única y Dahlia retrata esa multiplicidad sin miedo a que sus personajes sean incorrectos. Un ejemplo claro es la mujer que veía a su hija pasar con el padre y recordaba que no sentía nada por ella, que nunca quiso ser madre. Los personajes no buscan agradar, tampoco es posible pensarlas como villanas, solo como protagonistas de su propia historia sobre la cual no necesitamos emitir un juicio ni preguntarnos qué tanto merecían o no lo que les pasó. Simplemente reconocerlas dentro de las condiciones en que cada una creció y vivió.
Cuando a la actriz Zoe Saldaña le preguntaron sobre México y las críticas que ese horrendo musical (Emilia Pérez) estaba recibiendo, ella contestó que el país no importaba, que eran tres mujeres con historias que podían haber ocurrido en cualquier otra parte del mundo. Claro, lo que importaba era contar para entretener. Pues Dahlia no entretiene -tiene un humor agradable- pero no torna la violencia y la narcocultura en un entretenimiento, no lo romantiza ni lo vuelve aspiracional. Tampoco refuerza estereotipos. Solo cuenta la vida en los márgenes, tal y como es. Con el lenguaje, tal y como ocurre.
“Para mí mi jefecita es mi padre y madre. Soy hija orgullosa de una mamá luchona y cabrona”. – DIOS NO HIZO EL PARO